Elvira. Niña hermosa. Ojos de miel. Mujer a medio hacer.
Mirada profunda. Deseo contenido.
Niña. Lava la ropa. Amasa el pan. Acarrea cántaros. Tápate.
Despluma las gallinas.
Elvira. Sigue muda. Obedece las órdenes. Guarda respeto.
Vigila tu honra. Cuida a tu familia.
En la posada hay mucho que hacer. Preparar pucheros. Coser los
calzones del párroco. Limpiar la letrina de descompuestos. Rellenar los sacos
de paja. Hacer marchar el olor a orín. Elvira.
Todo con tus manos. Pequeñas. Secas. Comidas de sabañones.
La viva imagen del futuro que te espera. Mi niña.
Y sigue muda, cariño. No hay más. Aquí vives. Aquí no
muerdes la mano de quien te da de comer. Tu hermosura no vale mucho. Sólo unos
pocos años. Dios te observa de cerca. Elvira. Dios te salve.
El agua del río está helada. No hay más mujeres. Estás sola.
El cesto lleno de ropa podrida. Mi amor.
Elvira. Desnúdate. Métete dentro. Deja que las aguas purifiquen
tu alma. Refresca tu rostro precioso.
Deja que el caballero que te observa impávido desde la otra
orilla te haga entrar en calor.
Y, sobre todo, Elvira, mi niña: SIGUE MUDA.
Por MALURAS
Viladecans, 2014
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